Pocos imaginaban que en tan poco tiempo esa idea se convertiría en un inmenso reclamo a nivel nacional. En siete años, el belén ha pasado a 1.400 kilos de chocolate y ha duplicado la sala hasta los más de 62 metros cuadrados de ahora, cambiando el formato, la distribución e incrementando los detalles en mazapán. Además, se ha reducido el cortinaje y resulta más visible. Se trata, pues, de una obra que vuelve a nacer cada año, después de que, al concluir la campaña en enero, el belén se derrita en una gran chocolatada para disfrute de los más pequeños. Tan sólo se conserva una pequeña muestra de ediciones anteriores.
En esa renovación reside parte de su encanto. Por tanto, también habría que hablar de 1.400 kilos de creatividad y de un incentivo “para ver si es mejor que el del año anterior”. Una renovación que no sólo se queda en el belén, que no deja de ser reclamo.
También Galleros Artesanos amplía su oferta gastronómica, en esta ocasión con los roscos de vino de Málaga, “que complementa al de anís que ya teníamos”, y por supuesto a los clásicos alfajores, hojaldradas o turroncillos de almendra. Y es que, si se quiere triunfar en el mercado, hay que diversificar la producción, “y adaptarse a lo que el cliente demanda”.